Su mirada perdida hacía pensar a todos en el dolor que
aquella mujer debía estar soportando.
A pesar de la
diferencia de edad que los separaba formaban una pareja de esas a los que todos
creían perfectas, muchos les envidiaban, otros incluso les solicitaban su antídoto
para que aquella enfermedad llamada matrimonio no sufriera ni un resfriado.
El hábito había
desechado las palabras y nadie escuchaba los silencios chillones, ni soportaban
aquellas noches donde él hacía uso de su cuerpo, de manera tan fugaz, que no le
importaba la calentura acumulada y retenida en su interior y al que solo sus propias manos
lograban mitigar.
Al verlo allí tieso
y con los labios bien pegados se le escapó un agudo sollozo, todos acudieron a confortarla
pero aquella alegría contenida era difícil de aquietar.
Glosagon.