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Despiertan los colores.

Arriesgados Lectores...

30 marzo 2012

LETRAS

   No paran de danzar  en mi cabeza, da igual el momento, la hora, el lugar. Aunque su instante selecto y singular sea la noche. Cuando creo adentrarme en un túnel oscuro y silencioso que me desacopla del mundo real para transitar por el de los sueños, ellas, sin ningún rubor ni pesadumbre comienzan su fiesta donde están invitadas las palabras, las frases, las historias…
   Todas quieren ser las reinas del baile, las protagonistas, pero la competencia es tal, que llegado el momento de distinguir  no soy capaz de hacerlo, porque todas me parecen perfectas, insustituibles, necesarias. Ellas se abrazan a mi cabeza formando una corona de ideas rutilantes y valiosas como joyas, a las que no puedo dejar de  custodiar en aquella parte de mi cerebro donde se celebra el baile y que una vez regrese del tránsito nocturno, idearé la fórmula magistral para que ninguna quede abandonada  en la Necrópolis de las Letras Perdidas.
Glosagon.

23 marzo 2012

Sala de espera

   Hago mi entrada discreta y casi invisible en aquel edificio  con obras eternas y color indefinido.
   Me dirijo hacia el pequeño mostrador del fondo, donde un “cuarentón” dirige el cotarro. Viste uniforme de color esperanza y con un tono de voz a medio camino entre aburrido y resignado me indica los altares que tengo que recorrer antes de sentarme a esperar frente a una puerta marrón de donde saldrá una enfermera que irá cantando los nombres. ¿Cantando?, novedoso, sin duda.
    Tomo asiento en esas sillas de plástico blancas, duras y frías, diseñadas en otras décadas en las que la espera debía ser más corta que ahora, si no, no se entiende semejante incomodidad, tienes que estar casi encogido para no codear en las costillas al sufridor colindante.
   Las conversaciones se aplastan entre sí mientras cientos de almas suben y bajan escaleras, abren y cierran puertas, arrastran carritos de súper  de un habitáculo a otro.
      El pasillo se transforma en una gran pasarela bullanguera y ordinaria, pero entretenida.
   Rostros que reflejan sopor mañanero,  paciencia, desazón, irritación o sencillamente indiferencia.  Madres con hijos, hijos con padres, maridos con sus señoras o viceversa. Ancianos solos que deambulan desorientados entre el tumulto buscando el rumbo acertado. Estudiantes en prácticas que conocen como nadie el “departamento” que está justo a la entrada del cual sale un agradable olor a café y una estridente algarabía, donde se juntan pero no se mezclan enfermos y sanadores, huéspedes y visitantes . Médicos ensimismados en informes que caminan hacia sus consultas. Visitadores médicos atildados y pulcros que  arrastran sus maletas llenas de remedios milagrosos  que “facilitarán” ese congreso anual en hotel de 5* y con todo lujo de detalles en algún lugar del Caribe.
   Se abre la puerta marrón, que no he perdido de vista en ningún momento y una enfermera, algo marchita, “canta” mi nombre a ritmo de Fado portugués compungido y mustio.

Glosagon.

18 marzo 2012

Tardes de domingo.

   Las tardes de domingo son unos infinitos puntos suspensivos por los que se descuelga la semana conclusa y se engarza la contigua. Contenemos el aliento preguntándonos si seremos capaces de sumergirnos en ella y si disfrutamos  de  suficiente capacidad pulmonar para desafiar , una semana más, a la rutina.
   Son tardes holgazanas y ronroneadoras, un preámbulo a días de madrugones, carreras, citas y tediosas jornadas laborales, aunque con los tiempos que corren, afortunados aquellos que encaran la nueva semana con alegría por tener un lugar de trabajo donde acudir  los lunes.
   Las tardes de domingo se componen de pequeños retales que confeccionamos a nuestro antojo y adornamos con todo aquello que hemos vivido, disfrutado y también sufrido a lo largo de la semana que exhala su último suspiro para no volver. 
   Pero no desesperéis, el viernes se avista  inquieto por retornar, para poner nuestra vida patas arriba, de nuevo.

Glosagon.

11 marzo 2012

Escrituras olvidadas.

  Querida Adelina…
                                   Querido Alfonso…
                                                                         Muy Sr. Mío…
   Estos prólogos de carta en su momento tan cotidianos han pasado a formar parte de nuestra historia escrita ¡qué lástima!
   Esta vida desenfrenada donde este instante ya ha caducado, ha relegado casi al olvido, aquellas epístolas que se componían con esmero, pulcritud, despacito y con buena letra.
   Los escribidores eran personas normalmente ajenas  que ejercían de transmisores del discurrir de las vidas. Eran tiempos sombríos y con olor a podredumbre donde la mayoría de las gentes sabían hilvanar pensamientos pero no eran capaces de bordar palabras sobre el papel.
   Unas añoraban amores consentidos pero alejados, otras escondían amores furtivos, otras transportaban las fatigas de algún familiar emigrado a tierras lejanas, algunas  olían a brotes de hierba fresca con los nacimientos y  otras a pútridas flores de cementerio.
   Muchas han atesorado inescrutables secretos durante años pero no han podido resistirse y han salido a flote como náufragos desvencijados desde el fondo de alguna lata oxidada o quizás,  ocultas bajo sábanas que en su momento fueron perfumadas con lavanda pero hoy hieden a carcoma y humedad, luciendo  ese color amarillo que solo el paso del tiempo otorga a lo viejo.
   Estos fantasmas de papel forman parte de la vida y la muerte,  cuentan historias pasadas que discurren sin premura ni desazón. Seguirán imborrables porque todo aquello que se escribe, permanece.
   Con todo mi amor…
                                 Aquel que no te olvida…
                                                                   Deseándole buenos augurios…
Glosagon.